Pasé la noche allí, y después de desayunar le acompañé a la ciudad. Visité al señor Warren y a las dos había regresado a Portland Place.
Cuando la señora Skinner me volvió a conducir al Foreign Office me entrevisté de nuevo en ami con lord Dunglas, y discutimos los pros y contras del asunto que ahora me preocupaba. Naturalmente que favorecerá mi interés futuro el regresar a Sudamérica, aunque sea por un período corto, pues en el caso de que se logre la independencia de Venezuela, se me nombrará jefe del cargo consular y diplomático, con aumento de sueldo y de rango, junto con el éclat de volver a firmar el Tratado. En el curso de la semana que viene debo entrevistarme con lord Aberdeen.
Después de ver a lord Dunglas fui a hablar con el señor T. Bidwell, quien también me habló en los mismos términos y dijo que el gobierno no intervendría ni se opondría al acto de separación, y que tan pronto como yo dijera oficialmente que estaba dispuesto a ir, lord Aberdeen solicitaría del Almirantazgo un barco de guerra para transportarme de regreso a Colombia. Cené con el coronel Allen; conocí al señor Hammond, al coronel Milman y otros. A las 10 regresé a casa de la señora Skinner, donde encontré una fiestecita musical, en la que la señorita Bruce cantó como un ángel. A la una se había terminado.