Asistí al funeral de la señorita Nicolson en el Priory. Se la enterró en la iglesia parroquial de Acton. Fue mucha gente. Regresé a casa después de la triste ceremonia a la 1, y fui a la cita que tenía con el embajador ruso, en la que me dio sus despachos para el conde Nesselrode; y fui también al Foreign Office, donde se me entregó una carta de presentación de lord Palmerston para mí, dirigida al señor Bloomfield en San Petersburgo, que en este momento es ministro plenipotenciario. De ahí fui a casa de lady Julia, y me quedé con ella y su querida Nina hasta las 7. Vino a casa conmigo a despedirse de la querida Jane, y fue una escena bien triste, pues estos dos amables seres nos quieren de verdad. Una vez terminado esto, mi hermana, su sirvienta, mi valet negro y yo salimos para el hotel Adalande, cerca del Puente de Londres, donde íbamos a cenar y pasar la noche a fin de poder subir a bordo del vapor Jupiter mañana a las 9 de la mañana. Encontramos a mi amigo el señor Thomas esperándonos en el hotel. Se quedó hasta las 11 —Jane ya se había retirado— y hablamos sobre Caracas, Maiquetía y mi amada limeña.