He contratado una cocinera por 6 dólares mensuales. Escribí al señor Mocatta pidiéndole que enviase a buscar a Stahl y, para terminar con este asunto in toto, que le pagase la suma total, cosa que se hizo, pero parece que no quedó bien claro que quería verle para el pago. Por consiguiente se negó a recibirle a no ser que fuera en la alcaldía. Así que a las 5 tenemos que volver a ir allí. Mientras tanto, recibí una nota del alcalde segundo, por manos de un tal señor Agen, de la casa de los señores Forsythe, indicándome que «no le pagase ni un céntimo a Stahl, pues el dinero había quedado legalmente embargado para su acreedor o acreedores». Vino el señor M. y fuimos a la hora indicada. El mesonero estaba esperando. Después de una larga conversación entre el señor M. y él, aceptó recibir el dinero, al cual había añadido unos cuantos dólares más por el mantenimiento de mi sirviente mientras yo estaba en La Guaira, además de casi otros 20 para gastos legales, que me negué a pagarle. Por fin accedió a recibir el montante de su cuenta y terminar la disputa, pero cuando el señor M. dio a conocer el embargo del dinero por el alcalde segundo, se puso violentamente furioso y acusó a mi amigo de estar confabulado con sus acreedores para perjudicarlo. Estuvo insolentísimo, y se ha portado durante todo el problema con una arrogante y despreciativa impertinencia que bien le merece esta decepción. Llamaron al doctor Coxe de La Guaira para visitar a un tal señor Ker. Partió a las 3. Cené en casa del coronel Stopford después de nuestra reunión legal de las 5. Mientras cenábamos, me llegó otra carta impertinente del mesonero, en la que decía que si no le pagaba para el 8 del mes que viene, publicaría todos los detalles.