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Capítulo III La última estancia de Bolívar en Caracas
1827 enero 08 - julio 05
La última estancia de Bolívar en Caracas
1827 enero 08 - julio 05
Caracas

Cerré mis despachos, etc., y los envié a La Guaira para que vayan vía Estados Unidos a cargo del capitán Vernon, quien hace escala en Saint Tomás. Escribí al señor Canning con un duplicado del despacho Nro. 1 y los originales de los Nos. 2 y 3. Tres cartas oficiales al señor Bidwell. Idem semioficiales al señor Rolleston sobre correo, etc. María. Relato de la llegada de Bolívar. Coronel Clitherow.—Plegarias en casa del C. Stopford. Me invitaron a casa del marqués del Toro a una cena bailable, pero no pude ir por estar muy atareado con mis cartas. Por supuesto que el banquete y la fiesta eran en honor del presidente héroe. El marqués vive un par de millas fuera de la ciudad y como la luna brillaba, el doctor Coxe y yo fuimos a pie hacia las 9 de la noche a ver la prueba de amistad y respeto del viejo marqués hacia el Libertador. Todo el camino hasta la casa estaba decorado como lo estuvo el que lleva a Valencia: arcos, templos, palmas, plátanos, laurel, plantas, cortinas, banderas y flores. Las calles estaban llenas de peatones y las casas resonaban con música de varios tipos incitando al canto y el baile: todo en honor de Bolívar y Colombia. Estas demostraciones de alegría alcanzaban al más humilde de los colombianos en el último extremo de la ciudad; cuyos oscuros grupos aquí y allá se meneaban en un ilegítimo fandango al son del rasgueo de una guitarra de negros acompañada por el repiqueteo rítmico de una cantidad de guisantes secos en una caja cilíndrica. Al compás de esta armonía —si es que así puede llamársele— cantaban y bailaban estos grupos delirantes de alegría, divirtiéndose hasta el regreso de su jefe favorito, para poder echarle otra mirada a quien sin duda era su ¡¡Libertador!! Al llegar encontramos la casa llena de damas, oficiales y civiles. La guardia cívica mantenía fuera a la gente, que, por otra parte, colgaba de las ventanas. El baile estaba en pleno apogeo, y el humo de los cigarros era tal que la sala apenas era habitable para aquellos cuyas narices y ojos no están habituados a tan abominable costumbre. Yo, por supuesto, después de ver al marqués pedí que se me condujera ante S. E. el presidente y, con mucha dificultad, logré pasar a un cuarto más pequeño —el dormitorio del anfitrión— donde no había nadie más que el objeto de mi deseo, balanceándose en una hamaca. Al oír mi nombre instantáneamente saltó del chinchorro y nos sentamos en un sofá. Conversamos largo y tendido sobre los acontecimientos recientes y el estado del país. Cuando le dije que sin duda había ofrecido medios de satisfacer los ansiosos deseos del pueblo afirmando que llamaría a la Gran Convención, dijo que sí, y que confiaba que todo se desarrollaría en paz y seguridad, que era sincero cuando suponía y hasta tenía la esperanza de que las opiniones y deseos de cada departamento serían imparciales al darse a conocer en la reunión, de modo que se pudiera constituir lo que se considerase (sobre la base de estas representaciones) como forma, o reforma, más apropiada de gobierno para gobernar la república. No obstante, dijo, pasaría un tiempo considerable antes de que pudiese celebrarse la reunión, por su naturaleza y por la distancia de los departamentos. Primero, enviar la notificación para que se reuniesen los colegios electorales; luego, recibir el resultado de su decisión y congregar a los delegados en un punto determinado, cosa que, en su opinión, vendría a parar más o menos en el año fijado por la ley de la república para convocar originalmente la asamblea, a saber 1830. Lo dudo mucho, pero él está desesperado por ganar tiempo; y aunque aparentemente acepte los deseos del pueblo, no dejará de hacer todo lo que esté en su poder (y, así, no tener que sacrificar el juramento hecho y atender a la ley de la Constitución) para faire trainer la réunion hasta enero de 1830. Sonreía cuando dijo que las formas, etc., casi consumirían el año hasta ese período. Por supuesto tiene el poder de retrasar la reunión hasta el momento que más le convenga, ya que estas provincias se están abasteciendo bien de tropas provenientes de las costas del Pacífico. La Guaira ya tiene 800 hombres, a Puerto Cabello han llegado unos 2.000; y el general Salom sale de Zulia con casi el doble de esta cifra, independientemente de otros cuerpos por el lado de Pamplona y Barinas. La ley de la Constitución existe como antes del 30 de abril, y él espera que con los poderes extraordinarios que tiene otorgados para gobernar a Venezuela, pueda gradualmente deshacerse de los principales instigadores o agentes de la reciente conmoción. Habló de prestarle gran atención a los cargos, muchos de los cuales existen como sinecuras, así como de tomar otras medidas para restablecer la confianza y poner en mejor orden la renta comercial de los departamentos. Puede hacer el intento, pero primero hay que refrescar un poco la honestidad y virtud de los funcionarios. La tarea es más difícil de lo que él cree, y, de hecho, la corrupción de los gobernantes y sus satélites durante su ausencia es la causa del descontento y la rebelión que actualmente aquejan a la república. Mendoza regresará y ocupará un alto cargo de confianza. Briceño Méndez va a Quito como gobernador general y el general Silva a Caracas como comandante general. El presidente, vinculado como está con Páez y con la firme ascendencia que tiene ahora sobre él, puede moldear o más bien establecer la forma de gobierno que le plazca, excepto la realeza. Regresé a la ciudad a las 12. Termómetro, 20 a las 7 y 22 a las 4. No ha llovido. Cené en casa del señor Mocatta.

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