Esta mañana se me presentó un joven de 18 años, hijo del señor Watts, cónsul en Cartagena. Él, su hermano y su padre habían peleado, y la consecuencia fue la de un joven impetuoso: se fue de casa y se embarcó en la rada, y ya se había arrepentido de su locura. Por fin llegó a La Guaira en calidad de cocinero de un bergantín que abandonó, y vino a verme para que le ayudase a regresar a Cartagena. Me apiadé del desesperado estado del pobre muchacho, y pensando que lo mismo podría haberme ocurrido a mí con un hijo pródigo, le di instrucciones al señor Hurry para que le pagase la acostumbrada pensión diaria de los marineros en apuros, y agregué todo lo que pude a la ayuda oficial. No sé si el viejo caballero me agradecerá el haber hecho todo lo que hice por su hijo. El buque correo Freeling, al mando del capitán Finley, llegó esta mañana a las 10, después de una travesía de 5 días desde Barbados. No trae ninguna información sobre el buque de septiembre que no ha llegado. Llovió a cántaros desde las dos hasta las nueve. Termómetro, 21° a las 7, 25 a las 12 y 24, a las 4.