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Capítulo IV Páez, el hombre fuerte
1827 julio 06 - 1829 diciembre 31
Páez, el hombre fuerte
1827 julio 06 - 1829 diciembre 31
Subcapítulos
La Guaira - Caracas

Salí de La Guaira a las 12 del día de hoy y llegué a Caracas antes de las 5. Llovió un poco cerca de la cumbre de la montaña. Nadie puede concebir la fatiga, para bestia y hombre por igual, de subir y bajar esta carretera tan trabajosa: una subida y bajada de 19 millas, la primera de casi 5.000 pies y la segunda de 2.000, y de ángulo tan agudo el que se presenta a los cascos de la mula o el caballo, que solo recorriéndola se puede tener una idea adecuada de lo que es. Al llegar nos enteramos de que el encuentro con Cisneros no había resultado favorable a las tropas republicanas, pues las de avanzada, bajo el mando del coronel Burro Negro 1(<<Burro Negro>>, apodo del coronel Anselmo Hurtado, sobrino del general Páez) , habían sido atrapadas en un desfiladero, y este oficial cayó con varios de sus hombres y hubo de veinte a treinta heridos. No ha sucedido nada más. El ladrón sigue ocupando su posición en un lugar llamado Mariches. Encontré cartas del coronel Wilson, fechadas en Bogotá el 21 de noviembre, en las que describe el terremoto que sucedió alrededor de las seis de la tarde el día 16.

Toda la ciudad ha sufrido muy considerablemente y casi ninguna de las casas de dos pisos, o edificio elevado, han quedado sin daños, y numerosas casas más bajas han sido destruidas. La Catedral está completamente en ruinas y todos los cuarteles se desplomaron, afortunadamente perdiéndose solo 16 vidas, número comparativamente pequeño para una sacudida tan violenta, que duró aproximadamente un minuto, evidentemente procedente del sur, como lo demuestra el mayor grado de daños sufridos en esa dirección, por donde muchas villas y pueblos han sido destrozados. Algunos dicen que una montaña llamada Tolima, cerca de Lérida, estalló en llamas, pero no está confirmado. Los daños sufridos se estiman en seis millones de dólares. Bogotá no se repondrá de este choque durante bastante tiempo. El fanatismo, como de costumbre, atribuye esta calamidad a varias causas, una de las cuales es la ira del Todopoderoso por haberse permitido decir la misa de cuerpo presente para el pobre Cónsul de los Países Bajos.

El General Bolívar, en el mismo momento en que cesó el terrible desastre, adoptó todas las medidas que su prudencia dictaba para evitar mayores calamidades. Se ordenó a los soldados recorrer las calles para evitar robos y ayudar a rescatar infortunadas víctimas de las ruinas. Anduvo a caballo de un lado a otro hasta la medianoche dando sus órdenes de precaución y alivio.

No había llovido en Caracas desde que salimos, lo que demuestra lo caprichoso de estos torrentes tropicales.

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