Hoy empezaron muy fuertemente las lluvias y los truenos, que duraron todo el día, con unos pocos intervalos. Por lo tanto, aunque tarde, puede decirse que la estación lluviosa ha comenzado. Durante uno de estos diluvios, una señora mayor y su hija se refugiaron en el zaguán; el señor Lievesly las hizo entrar y las tuvimos en casa casi dos horas. Resultó ser la viuda del general Saluzo, muy conocido en la guerra de Independencia. Murió en Caracas hará cosa de cuatro años. La joven era extremadamente bonita e interesante, y parecía tener unos 17 años, pero al conversar con ella, cuál sería mi sorpresa cuando supe que era viuda y madre de dos criaturas. Había estado casada con un oficial llamado Betancourt, quien partió para el mundo superior hace 12 meses, dejándola sola y sin protección tan joven. Viven en una hacienda de café a una milla de la ciudad y la madre muy calurosamente nos invitó, a mí y a mi secretario, a que fuéramos a visitarlas.
El general Páez, para sorpresa de todos, llegó en medio de la lluvia dos días antes de lo esperado. El señor Michelena, excónsul en Inglaterra, y el señor Rojas comieron con nosotros. Fui a casa de los israelitas por la noche.