Ayer llegó de Bogotá el coronel Rola, de donde había salido unos días antes que el Libertador. Me dice que nunca ha estado en Cartagena, pues cuando avanzaba hacia esa ciudad, recibió noticias de Montilla de que todo estaba tranquilo y en estado de obediencia, y que Padilla había huido a Ocaña o Mompox con muchos oficiales de su grupo, y que una carta escrita por el propio Santander a ese general sería prueba suficiente para establecer que era el autor de la rebelión. Y que, según un reciente decreto referente a los traidores, tanto el V. P. como Padilla probablemente serían juzgados y fusilados. Veremos. Llegó hasta decir que Bolívar regresó y ahora está en Girón, donde se está realizando el juicio del general rebelde, y que sin duda el de Santander seguirá antes de que dirija sus pasos hacia aquí. Lamento haberme enterado por Rola del mal estado de salud en que se encuentra el Libertador, cosa que, en una carta que me escribió el coronel Campbell en marzo, corrobora, diciendo: «Me temo que la salud del Libertador ha sufrido mucho, tanto por cansancio mental y corporal, como por sus ansiedades recientes y sus temores de que todo lo que pueda hacer por su país será casi infructuoso, pues el espíritu partidista, el rencor, el odio y la envidia personal, y todas las pasiones viles, rigen los actos de quienes deberían darle el mejor respaldo». El viejo Briceño se presentó cuando estábamos comiendo (sans invitation), y regresamos con él para pasar la velada con su atea esposa. No llueve.