Nada nuevo, salvo la llegada del correo de Bogotá. La insurrección de Obando en Popayán ha sido frenada, pero es indudablemente más grave de lo que se permite saber. Bolívar estaba en un sitio llamado Boyacá, a seis o siete leguas de Bogotá, pero había decidido dirigirse al Sur el 28 de diciembre, en vista de que había recibido despachos de O’Leary, fechados en Guayaquil el 24 y 28 de octubre, en los que le decía que La Mar —el jefe peruano— no le daba permiso para seguir a Lima y ni siquiera al cuartel general de este general para tratar el tema de su misión. Me temo que el avance de Bolívar sellará la guerra, porque tanto su ambición sobre un punto particular, como su honor herido de cuya mayor parte responsabiliza a Colombia, le harán olvidar los intereses reales de esta, con la esperanza de humillar a sus enemigos con un golpe decisivo, y recelebrarse como el héroe y legislador del Perú. La mayoría de los ministros acompaña al presidente en esta expedición, y los que se han quedado tienen que someter todos los puntos de importancia a la decisión de S. E., resolviendo únicamente sobre asuntos triviales. De modo que este combativo país se volverá a encontrar en estado de paralización. No creo que Venezuela se quede dormida. Algo sucederá. Las autoridades de aquí estaban deliberando sobre una protesta contra la disputa peruana, queriendo insistir en que se establezcan condiciones con esa nación y se abandone la idea de guerra completamente. Si no se abandona esta idea y el documento le llega a Bolívar en el sur antes de que inicie sus acciones con pluma o con espada, puede resultar beneficioso.