Salimos a las 4 y media a.m. Cada milla que pasaba, el valle se volvía más rico y más capaz de producir sin límites. Llegamos a San Mateo, propiedad de Bolívar. La casa está situada en un punto que domina la carretera hacia ambos lados. Mantuvo una larga y ardua defensa contra los españoles, pero el oficial y su pequeño grupo de patriotas, viendo que era imposible seguir resistiendo, volaron el lugar y se volaron con él, circunstancia que se celebra en los anales de la Revolución. El oficial era nativo, no extranjero según dicen falazmente algunos europeos. ¡ 1(Antonio Ricaurte [1792-1814], oficial colombiano comandante de las fuerzas que defendían la casa fuerte de San Mateo) El pueblo que lleva el mismo nombre es amplio y limpio, y me dicen que la hacienda es buena, pero sobre la falsa idea de libertad y liberalidad, Bolívar liberó a todos sus negros, y ahora lo único que apenas hace es llenarse de maleza. A las 9 llegamos a la población de Maracay situada cerca del lago de Valencia, a unas 24 millas de La Victoria. Nos alojaron bien por orden del corregidor (gracias al general Páez), y se nos agasajó en una casa privada. Después de descansar (pues el calor es excesivo) y comer, ascendimos la Montaña del Calvario del lugar (pues todas las comunidades habitadas poseen una), desde donde contemplé uno de los más amplios, ricos y espléndidos panoramas que jamás haya visto en ningún país. Montañas amontonadas sobre más montañas cercando el lago por todos lados, cuya plateada, pero ahora dorada, superficie estaba espesamente sembrada de islas de todo tamaño y formas extrañas. La llanura en el fondo, cubierta de cultivos, bosques y edificaciones aquí y allá, con la espigada iglesia de la ciudad y amplias pero abundantes mansiones de su otrora animada población. El sol se hundía en roja envidia ante la sosegada y plateada influencia de la hermosa luna. Y al suavizarse todos los objetos en una solemnidad gris, el todo se volvía verdaderamente embrujador, tranquilizador para el alma.