Salimos de Valencia a las 5 a. m. y alcanzamos el pueblo de Guacara, donde desayunamos con don Diego [Rodríguez del] Toro —hermano del marqués del mismo nombre—, general (sin importancia) de la república actualmente. El coronel Marturell nos acompañó. Después de comer seguimos a Mocundo, hacienda de los exnobles, aproximadamente a una legua del lago, pero desde la cual se tiene una hermosa vista de él. Llegamos a la mansión en media hora, y allí comeríamos y dormiríamos. La hospitalidad de don Diego fue cordial pero bulliciosa. Se nos unieron para la cena varias personas de la ciudad. La hacienda está en ruinas, con casa y todo. De los 500 negros que poseía hace unos cuantos años, quedan apenas 60, y estos renqueantes, perezosos y viejos, de modo que ya no se produce nada, o muy poco. Liberar a esta gente fue un acto deplorable e imprudente, y peor ahora el dejar transcurrir algún tiempo para que puedan pedir su libertad.