A las 5 y media habíamos montado y cabalgábamos. Durante una legua el camino fue pedregoso y además pantanoso, con no pocas interrupciones en forma de barrizales. La tierra a ambos lados está ricamente cultivada y su verde brillante llega hasta la cumbre de las montañas que encierran el valle, y este se va estrechando rápidamente hasta convertirse en el desfiladero o puerto llamado La Boca Chica, que está situado en el lado opuesto de un torrente que se llama el Guárico. A las siete y media cruzamos sus aguas turbulentas con alguna dificultad, pero sin peligro en esta estación. Este paso es célebre por la derrota de los patriotas bajo el mando de Bolívar, cuyos particulares y fecha exacta no me pudieron decir, pero el resultado fue la retirada y desbandada total de las fuerzas libertadoras 1(No era Bolívar sino Mariño quien mandaba las fuerzas republicanas en esta batalla de Boca Chica, librada el 31 de marzo de 1814 y en la que triunfó el general español José Tomás Boves) Al ascender más allá de esta puerta, las alturas que nos rodean toman formas de lo más marcadas y románticas, la principal de las cuales es un grupo de montañas llamado «Los Morros», coronadas por roca desnuda y que resalta de manera única entre las caras verdes de todas las eminencias cercanas. Cuando llegamos a Villa de Cura, estas notables masas salientes parecían estar a muchas leguas de distancia, dominando orgullosamente todo lo demás. Siguiendo camino después de Boca Chica la carretera se hizo desigual, pero la fertilidad sonreía por todas partes. Después de unas dos millas, nos encontramos frente a los Morros. Viéndolos por su cara norte parecían formados de piedra caliza, y sus gigantescos intersticios al igual que sus cumbres están repletos de matorrales y árboles exuberantes. El aspecto del todo me recordaba las partes más silvestres del Derbyshire, pero en una escala muchísimo mayor. A las 8 llegamos a lo que se conoce como «La Puerta», un pasaje que domina la entrada y salida de los llanos. En este lugar se libró otra batalla entre patriotas y españoles (14 de junio de 1814). El sanguinario Boves era jefe de estos últimos, mientras el Libertador Bolívar junto con el general Mariño encabezaba las tropas patriotas. El encuentro fue sangriento, pero la victoria la obtuvo Boves, quien se apoderó de la artillería patriota y del equipaje, e hizo 1.500 prisioneros. Los dos generales huyeron, dejando cerca de 100 oficiales en manos de sus enemigos, que fueron colgados o pasados por las armas al día siguiente en Villa de Cura en presencia del brutal jefe español. Al dejar este memorable e interesante lugar (del que hice un dibujo, que me quedó bien pintoresco), seguimos por el mismo tipo de valle cruzando dos veces el Guárico, cuya corriente se hacía cada vez más rápida, profunda y peligrosa. A las 9 nos detuvimos a desayunar en un pueblo llamado San Juan de los Morros. Después de haber descansado tres horas seguimos camino por el valle, que se iba abriendo gradualmente al alejarse del pueblo. Pasamos por bosques y barrancos rebosantes de agua y en una ocasión tuvimos que cruzar el lecho de un río que ya tenía bastante corriente y que con todo su caudal sería perfectamente impasable. Cruzamos esta corriente pedregosa más de cincuenta veces, sin mentir. Llegamos a las 6 de la tarde a la población de Para Para, que está a siete buenas leguas del lugar donde desayunamos. Es este un lugar de aspecto bien respetable, posee una buena iglesia y parece próspero.