Hoy salimos de excursión con la esperanza de atrapar un caimán, pero los muchos esfuerzos que hizo la gente con el lazo fueron vanos; así que decidimos alargar el paseo un poco hacia el sur. El progreso fue monótono y fatigoso, pero por lo menos me dio una idea de lo que son los llanos, que estaban más huérfanos de árboles y matorrales que los que ya había recorrido. Poco a poco desaparecieron las palmeras y no se alzaba hasta el horizonte nada más alto que la hierba para interrumpir la vista, hasta donde podía alcanzar el ojo. Volvimos asados y cansados, y pasamos la velada muy agradablemente en casa del señor Rodríguez, quien amablemente se ha ofrecido a acompañarnos mañana junto con don Ramón hasta la pequeña población de El Rastro, en nuestro viaje a San Pablo.