Un barullo insoportable toda la noche y a primeras horas de la mañana, con tambores, trompetas y el zumbido de los hombres en acción. Llovió a mares una gran parte de la noche, pero la lluvia no detuvo ni una cosa ni la otra. Al general Mariño se le esperaba definitivamente a las 5 de la tarde de ayer, pero no apareció, aunque se había publicado un bando en ese sentido. Hoy todo es sol en los cielos después de la lluvia, pero hay muchas caras largas y miradas ansiosas. No hay noticias de que nadie haya llegado todavía hasta el general Páez en San Pablo. A las 5 y media salió a la calle otro bando, dando la hora de llegada de S. E. y pidiendo a todos los ciudadanos bien dispuestos que salieran a recibirle. Llegó y, según se dice, se instaló en la casa de Gobierno. Varios oficiales, los Ibarra, Carujo, etc., etc., entraron en la plaza del convento, y se oyeron unos cuantos vivas débiles. Poco después una compañía con los colores del regimiento y música llegó como guardia de honor para el nuevo jefe militar del asunto.