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Capítulo IX Cónsul tres años más
1832 diciembre 01 - 1835 septiembre 30
Cónsul tres años más
1832 diciembre 01 - 1835 septiembre 30
Subcapítulos

Gran alboroto en la guarnición de San Francisco, así como entre los oficiales, desde el general en jefe hasta el gobernador de la ciudad. Las noticias de los avances de Páez deben de haber afectado grandemente a los reformistas. Se han estado escurriendo fuera de la ciudad pequeños destacamentos en varias direcciones, y hay rumores de que Mariño y su Estado Mayor están a punto de dirigirse a oriente a unirse a los héroes de Cumaná, pero, ¿cómo van a hacerlo por tierra si la carretera de Río Chico está ocupada por las tropas de Macero, del Tuy; y por mar no hay ningún navío que pueda llevarlos a ellos o a las tropas? No obstante, se veía claramente hasta las 2 que la guarnición entera así como el contenido del arsenal estaban a punto de marchar. Unas 50 mulas que se estaban cargando con café para ir a La Guaira fueron requisadas y llevadas a los almacenes donde se las cargó con municiones, armas, etc., etc. A las 2 no se había movido ni un alma, y poco después empezó a retumbar el trueno y caer la lluvia más que en torrentes. Apenas antes de caer esta tremenda catarata, el batallón completo, con sus miríadas de oficiales supervisores, estaba empezando a salir en orden de marcha, con equipaje, bestias, etc., etc., cuando se vieron obligados a buscar refugio en el convento hasta que pasase la tormenta, cuya furia no disminuyó hasta las 4 p. m., momento en que este pequeño ejército de unos 400 hombres con capa y morral se puso en marcha encabezado por Carujo y el general Justo Briceño, este último vestido con chaqueta gris, calzones y un sombrero redondo. Así se marcharon las huestes de patriotas, y nos sentamos a cenar, cuidando antes de cerrar la puerta exterior con llave, por si ocurría lo peor, creyendo plenamente que nos habíamos librado de nuestros vecinos hasta que los hiciera regresar una fuerza más poderosa. Pues no: en menos de una hora habían regresado a sus cuarteles, y no pudimos atribuir este retroceso tan singular sino a que el río que está a la entrada de El Valle debe de haber crecido tanto por las lluvias, que no permitía el paso; pero a Manuel le dijo la verdad una de las mujeres del regimiento, a saber que El Valle ya estaba ocupado por Cisneros con 200 hombres. Solo este nombre vale por 300 en cualquier parte, y como me parece que esto es bastante cierto, el general Páez debe de haber dado sus órdenes y, por lo tanto, no puede andar muy lejos. Mañana al romper el alba, creo que tendremos pruebas innegables de esta súbita aparición. Mientras tanto, Justo Briceño se ha apostado en la alcabala de la carretera de Valencia con una compañía de unos 80 hombres, a poco más de una milla de la ciudad, y otra compañía ha ido a tomar posición en la alcabala de la entrada de El Valle cerca del río, y otro grupo, sin duda, en la carretera de Petare, lugar este que está ocupado por el coronel Burro Negro con una división de las tropas de Macero, del Tuy. Este general sin duda está cerca con la fuerza principal bajo su mando, y se me informó esta mañana que el coronel Paredes había llegado a Ocumare con más de 200 hombres de caballería de los llanos, además de 100 de infantería. Ya no hay duda de que el general Páez salió de Maracay el 25, y habrá llegado a La Victoria esa misma tarde; el próximo paso serían Las Lagunetas, y su avance haría alto en Pedro' class='cs6-d entry-index'>San Pedro y Los Teques, de manera que, como estos lugares solo están a 6 leguas de Caracas, iniciará la marcha al romper el alba, para mediodía de mañana oiremos los gritos de viva o los disparos de los fusiles como anuncio de su llegada. No se ha abierto ni una puerta en toda la ciudad en el día de hoy, ni una tienda desde el día 7, con excepción de las pulperías y los cafés. Le pido al cielo que este desesperado y ruinoso estado de cosas esté tocando a su fin, y que este llegue con el menor derramamiento de sangre posible. Pero me temo que no sea así, pues las cosas parecen haber ido demasiado lejos, y además no se sabe cómo el general Páez obró hacia el general Silva y otros al entrar en Valencia. El señor Mocatta vino a verme unos minutos, más que nada para decirme que había recibido carta de Puerto Cabello, que le informaba de la muerte del Sr. W. Wall, cónsul de su majestad en el puerto, como resultado de una fiebre que le dio al bañarse estando acalorado, después de haberse excedido en la fiesta del 4 de julio en casa del cónsul americano señor Litchfield. La muerte del señor Wall acaeció el día 23. Deja viuda y creo que tres hijas.

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