Para las nueve de la noche de ayer, todas las tropas al mando de Carujo se habían ido de la ciudad, y reinaba un silencio nervioso cuando a las cuatro sonaron por la parte alta de la calle los cascos de algunos caballos. A la media hora llegaban otros y antes de las 5 la gente salía a montones de sus escondrijos a recibir con los brazos abiertos las tropas de llaneros encabezadas por el glorioso fundador de la república y libertador de su país, Páez, que se detuvo unos momentos en la plaza de San Pablo para dirigirse al pueblo, y sin perder tiempo siguió a perseguir a los reformistas y su séquito, hacia Petare. El general Justo Briceño había ido en misión la noche pasada a hablar con Macero sobre condiciones de capitulación para los jefes, y para sorpresa suya, al regresar no encontró avanzadas reformistas sino un grupo de lanceros de Páez con la información de que Caracas estaba en posesión del general. Fue recibido como parlamentario y, naturalmente, Páez lo respetó, y lo mantuvo a su lado para que condujera sus tropas tras las huellas de los fugitivos. Me parece que deben de llegar a 1.000, entre caballería e infantería, los que han venido con el libertador. Al llegar a Sabana Grande, Páez envió una comisión para que alcanzara a Mariño, ofreciendo vida y propiedad a quienes se rindieran en el acto. Y es todo lo que sabemos hasta esta hora, las 10. El aspecto de la ciudad ha cambiado como por arte de magia: las puertas de todas las tiendas y de todas las casas están abiertas, y hay gente en la calle. La casa de Gobierno, de nuevo limpia y en orden y el Consejo de Estado reuniéndose así como los dos ministros secretos, Santos Michelena y el señor Guzmán; y cuando se hayan instalado regularmente, se va a redactar y despachar un documento para el inmediato retorno del presidente y el vicepresidente. Afortunadamente, el barco de guerra danés todavía está en La Guaira y sin duda levará anclas en el acto para llevar la feliz noticia del restablecimiento del orden constitucional y la invitación en cuestión. Un grupo de llaneros de avanzada de Páez alcanzó la retaguardia de los fugitivos, quienes depusieron las armas y fueron apresados con sus oficiales. Pero conforme avanzaban y se encontraron con la fuerza principal en la colina más allá de Petare, les hicieron frente y empezó la lucha. Un mensajero vino a avisar al general, que se puso en marcha a la cabeza de su guardia principal de lanceros y algunos soldados de infantería, así que mañana nos traerá sin duda la noticia de un gran derramamiento de sangre. Por supuesto hay gran preocupación, no por la forma en que pueda terminar sino por la seguridad del jefe libertador. Por el sinvergüenza de Carujo sabemos que el señor Rojas, junto con el señor Francisco Rivas y el general Justo Briceño han salido en misión, mandados por Páez a Mariño.