El presidente desembarcó ayer a mediodía, recibido por una multitud enorme en el muelle de La Guaira. Fue recibido con el acostumbrado impulso de sentimientos efímeros. Se prepararon discursos y refrigerios, y a las 8 de la noche se puso en marcha con los seis comisionados y el vicepresidente para Caracas, llegando a esta capital a las dos de la mañana. A las doce del día de hoy fui a visitarle otra vez, porque me había mandado un mensaje por medio del doctor Huizi pidiendo una carta para el gobernador de Trinidad, ya que el general Gómez y el gobernador de Margarita iban a esa isla con la esperanza de poder comprar 500 juegos de armas. Suministré el oficio que se me pedía, y de nuevo su excelencia me pidió otro para el marqués de Sligo 1(El marqués de Sligo, de la casa de los Lores. Ver: Marshall. Commercial Pocket Book, 1835), pues la casa de Powles, Ward, Lord & Co. había hecho un contrato por no sé cuántos fusiles, tratando de que se comprasen en Jamaica. El despacho se escribió y entregó al doctor Vargas a las 5 de la tarde. No hay más noticias, pero ¿por qué quieren tantas armas de repente? El asunto de Puerto Cabello debe ser grave de verdad, porque deduzco que de su aspecto surge la repentina necesidad de armas. Hace un calor cruel.