111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111
Capítulo IV Páez, el hombre fuerte
1827 julio 06 - 1829 diciembre 31
Páez, el hombre fuerte
1827 julio 06 - 1829 diciembre 31
Subcapítulos
Antímano - Los Teques

A las seis de la mañana según habíamos convenido anoche nos reunimos todos en casa de Mocatta. El general y su Estado Mayor fueron puntuales. El general Clemente y otro oficial de cuyo nombre no me enteré iban a ir con nosotros hasta el pueblo de Antímano. La señora de Mocatta nos dio café y otras cosas buenas, además de todo lo necesario para el del estribo, que muchos aprovecharon. El anfitrión era uno de nosotros, además del coronel Stopford en cuya finca está el pueblo —Los Teques— y donde iba a establecerse el cuartel general del general. Pocos minutos después de las seis todos habíamos montado y estábamos en marcha. El camino de Antímano es uno de mis paseos matutinos: asciende desde el valle de Caracas y corre durante cinco o seis millas al lado del río Guaire cuyas ondas fertilizan su seno. Antímano es un lugar muy pequeño. Al dejarlo, el valle se convierte en poco más que un hueco gigantesco al pie de las montañas, con lugares parcialmente cultivados, que se animan de vez en cuando con la aparición de un conuco, y sus campitos cercados. El camino ha sido extraído del corazón rocoso de las colinas. Aunque el trabajo debe de haber sido duro, la piedra —si así puede llamársela— es blanda y fácil de trabajar: un tipo de substancia pegajosa que frecuentemente termina en láminas azules, como si no estuvieran formadas. No cabe duda de que el camino fue hecho por los antiguos conquistadores, a costa de los esfuerzos de los pobres aborígenes. Tiene una longitud de unas 7 millas casi hacia el oeste franco, y termina en un lugar llamado Las Adjuntas, que lleva este nombre porque en él se unen el río San Pedro y el Guaire. Aquí hay algunas chozas y una pulpería bastante buena. En este lugar abandonamos la gran carretera que va a Valencia y nos adentramos en la montaña hacia el suroeste, por un camino muy empinado, bueno aquí, malo allá, a veces por los barrancos boscosos de las montañas, cruzando en nuestro descenso del más profundo de ellos el río San Pedro, atravesando varias veces filos de montañas desde cuyas cúspides se veían mil más, en montones que se perdían en la bruma de la clara pero abrasadora atmósfera, por leguas y más leguas. El aspecto general de la tierra parece ofrecer al hombre los medios de producir sus frutos de todas clases así como excelentes pastizales para el ganado; las distintas altitudes así como la variada riqueza del suelo no pueden dejar de ofrecer todo lo que Europa produce, y con la mitad del trabajo. Nunca vi un distrito mejor para poblaciones extranjeras o colonias. Llegamos al pueblo, o más bien pequeña población, de Los Teques a las 11 y cuarto, y creo que la distancia de Caracas debe ser de unas 9 leguas. Esta gran extensión de tierras pertenece al coronel Stopford, que la compró, no sé por qué precio, pero creo que debe tener una superficie de unas 13 leguas cuadradas, y es tierra magnífica. Sus millares de riachuelos desaguan en el San Pedro. Enormes bosques sombrean las colinas y, lo que es más, en las entrañas de esta posesión (en algún sitio) están las antiguas y famosas minas de oro, que fueron cerradas por orden del gobierno español para fomentar la agricultura. Están situadas en un valle por el que corre un riachuelo llamado La Virgen. Con toda esta extensión de tierra, sobre la que vive una población considerable, el coronel Stopford no recibe en alquileres (o ninguna otra cosa) más de 450 dólares por año (menos de 100 libras esterlinas). Al acercarse el general Páez, varios nativos encabezados por el cura y el alcalde, todos montados, salieron a recibirle y conforme entrábamos pasamos entre casi todos los habitantes del pueblo, en medio de los vivas. La compañía del regimiento Junín estacionada allí también se dispuso a ambos lados del camino, con armas presentadas. Llegamos a la mansión del dueño del señorío, convertida en cuartel, sucio y extremadamente deteriorado, que es siempre el resultado de la ocupación temporal de tropas. Había hamacas colgadas en todos los cuartos y tuvimos que esperar unas dos horas para que nos dieran el almuerzo, que consistió en carne bastante buena con un horrible mejunje llamado clarete y brandy del malo, todo ello producto del pueblo. Pocos eran los cuchillos, tenedores y cucharas disponibles; dos copas y dos vasos para vino, junto con un número igual de tazas de té, constituían todo el servicio de beber. De modo que en conjunto, siendo el carácter de nuestros compañeros de mesa el de oficiales llaneros en su mayoría, la comida fue más bien campestre, pero sin las limpias comodidades que hubiera tenido un oficial comandante británico aun en las peores circunstancias. En España son muchos los de este tipo que he compartido, pero la comida era diez veces más agradable (aunque a veces menos abundante) al disponer de las pequeñas comodidades de una cantina, que le daban algún aspecto de regularidad doméstica.

Terminada la comida, Páez y Peña se fueron a descansar, y casi todo el resto a jugar a las cartas. Esto los mantuvo ocupados hasta la cena, que se llevó a cabo a las 7. En el ínterin caminé con el coronel Stopford por el pueblo y hasta varios sitios, a fin de ver el hermoso escenario que nos rodeaba por todos lados... y la incalculable riqueza que semejante hacienda proporcionaría en el viejo mundo, aun en el más pobre de los reinos. Los alimentos de la cena fueron más o menos los mismos. El general pidió muchas excusas, pero dijo que estábamos en campaña, y tal era la fortune de la guerre. Se le ofreció un baile en el pueblo, pero como me imaginaba muy bien la cantidad de gente, el olor y el ruido, junto con la espesa nube de humo de cigarro, me excusé por cansancio y regresé a la casa del cura, donde me había de alojar con mi favorito Columbus. El anciano cura me puso lo más cómodo posible, y fue mi cama bastante buena, el agua deliciosamente fresca y, debo reconocerlo, una aparente sinceridad tanto de él como de su gente que me hizo sentir muy a gusto. Con él estaba un colega pastor del cercano pueblo de Carason #001-0268, y hablamos mucho de política, del viejo mundo, etc. Los entretuve con una descripción de Babilonia y otras partes muy relacionadas con su profesión, para gran deleite suyo. Ninguno de ellos era hombre de cultura superior a las necesidades del deber, pero el conocimiento de la Biblia fue lo que despertó su interés en mis detalles, porque en cuanto a la historia pagana relacionada con ello, no parecían tener ningún conocimiento. La visita del general Páez a Los Teques tenía el fin de investigar a los que habían estado más relacionados con el ladrón Cisneros, quienes, al descubrirse su delincuencia, huyeron: fue casi toda la población masculina del pueblo la que terminó huyendo. Pero como se proponía obrar con indulgencia hacia todos, emitió un indulto, dando quince días de tiempo a los que estaban ausentes para que se acogieran a él. Como resultado, regresaron casi todos los que habían huido, y poco después se detuvo a siete de los seguidores del ladrón, que mañana serán examinados debidamente. Pasé la noche tolerablemente bien considerando el incesante ruido de la fiesta cercana, cuyos saltos y correteos solo cesaron a las 4 de la mañana. El coronel Stopford, que asistió, me dijo que el general había pasado la noche bailando con las muchachas y matronas del poblado. Aquí el tiempo es mucho más fresco por la mañana y por la noche que en Caracas; creo que está unos 700 pies más elevado que la capital: el agua que bebí al amanecer estaba tan fría como la de nuestros manantiales e igualmente deliciosa.

1
111
111
111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111
U